lunes, 30 de octubre de 2017

Vos

No soy yo. No sos vos. Somos los dos.
Somos miedo, somos frustración, somos egoísmo y desesperación.
Somos el no querer ser, el no poder, el no saber.
Somos eso de lo que vivimos escapando, eso que nos atormenta, eso de lo que nos escondemos.
Lo que no queremos ver, lo que no nos gusta sentir, lo que no podemos soltar.
Somos el monstruo abajo de la cama, los fantasmas en mi cabeza, los demonios en tu alma.
Somos religión, somos paz, guerra y dictadura, Nacismo y Comunismo. Lujuria y ambición.
Somos una ida en tren, y una vuelta en auto. Un cafe en el centro, una limonada en el mar.
Somos cenas, bares baratos, vino y cerveza.
Sos vos. Soy yo. Somos todo eso que nos separa, y todo eso que no nos deja ir.


domingo, 25 de septiembre de 2016

El gato

Me mira fijo. Y yo lo miro a él.
Su mirada se cuela adentro de mis pupilas, imnotizante, segura, firme.
Se deja conocer tanto que no puedo más que entregarme a su encanto.
De repente rompe esa quietud perpetuada en el tiempo y se acerca, ronronea y se estremece al acariciarse con mis piernas. Necesito tocarlo, quiero tocarlo, pero su carácter arisco y a su vez tan dócil, me confunde tanto.Me paraliza tanto.
Los dos sabemos a que vino. Yo lo sé. 
Cierro los ojos para no verlo, cierro los ojos esperando que sea sólo un sueño..
De pronto ya no lo escucho, ya no siento su cola paseando por mis piernas.
Abro los ojos, todavía siento el sabor amargo en mi boca. 
Todavía siento el dolor de la traición en el pecho.


martes, 3 de noviembre de 2015

Octubre de 2015

Apagó sus ojos, porque entendió que si no podía verlo como lo veía, era mejor no ver más.

miércoles, 14 de enero de 2015

Historia sin nombre... porque hay historias que no necesitan títulos.

Caminaba bajo la lluvia.
Sentir el agua caer sobre su cuerpo, le recordaba que estaba viva. A veces se olvidaba que vivía. A veces se olvidaba de cómo vivir.
Trataba siempre de evitar esas calles, el barrio, los olores. Pero por algún motivo, nunca dejaba de volver. El subte lograba quitarle el aire, las veredas le quitaban la fuerza a sus delgadas piernas. Pero el verdadero problema era la esquina.
La esquina atravesaba sus ojos, y empezaba a recorrerle cada centímetro de su cuerpo. La esquina le aceleraba el corazón, le paralizaba las piernas, y presionaba sobre su pecho hasta dejarla sin aire, sin vida.
Nunca había podido superar esa esquina. Y llorar, era la única forma que había encontrado para defenderse. Como si con cada lágrima que brotaba, lograra sacar un poquito de eso que la iba matando lentamente desde adentro.
Llevaba su paquete aferrado contra su pecho. Perfectamente envuelto en un papel elegido con meticulosa atención. Una bolsa cualquiera lo cubría para protegerlo de la lluvia. Conservaba  ese paquete desde hacía meses; en él se encontraban todos y cada uno de los objetos que con tanto recelo había escogido y atesorado. Y en cada uno de ellos, un pedacito de su corazón enfermo y paciente.
La lluvia, la esquina, el paquete.

La vieron entregarlo en la puerta de un edificio tan ajeno a ella, que nadie podría explicar su presencia allí. Y la vieron caer sobre sus rodillas cuando intentaba escapar. Y la vieron llorar, como si peleara contra sus demonios más profundos. La vieron morir.



viernes, 24 de octubre de 2014

Él.



Entra, sale, camina, vuelve a entrar.
Busca un cigarro, el último. Piensa en salir a comprar, pero la tormenta que se avecina lo acobarda. Tantas cosas lo acobardan.
Se sienta en un rincón del monoambiente que nunca le quedó tan grande. Le da un sorbo a la botella de whisky que sigue en el mismo lugar desde la noche anterior,   desde el último sorbo.
Piensa, o trata de pensar. Lo hizo otra vez.
Lo hiciste otra vez. 
¿Qué te pasó? ¿Qué te pasa?
No, dejá de excusarte, no estás enfermo,  sos eso…sos eso que ves ahí, si ahí, en ese espejo. Sos nada, pero una nada que lastima todo lo que toca. Una nada que no ve, que no siente, pero lastima. La lastimaste otra vez.
Llora, se despeina, grita. La botella vuela hacia el espejo, como si una fuerza superior la hubiera arrojado; pero no. Es el.
Se para, camina hacia la cocina todavía sucia, nadie limpió anoche. Nadie va a volver a limpiar. La suciedad de la casa parece confundirse con la suya, la de su alma, la de sus manos. Toma un cuchillo.
Sí. Hacelo, úsalo. De seguro nadie va a extrañarte. Ella no va a extrañarte. Ella ya no puede extrañarte. No llores, ya no hay quien seque tus lágrimas. Hacelo.
Llueve, el viento golpea las ventanas. La tormenta se hace dueña de la noche; y el cuchillo, de su vida.

viernes, 8 de agosto de 2014

Vomitando Conejitos

Se sienta solo en la oscuridad de un cuarto, con la luz de un velador que no existe. En sus manos, Cortázar busca alejarlo de la realidad que lo atormenta. "Carta a una señorita en París"; orden visceral, distancias... conejitos.
Él también siente que vomita conejitos.
Y sueña. Sueña con tener el talento de esas palabras, sueña con la liberación de las almas, sueña con poder dejar de vomitar conejitos. Y la piensa.
Tantas veces intentó volverse piedra, tantas veces cerro los ojos para no ver, para no dejarse ver.
Los pocos ruidos que aún llegan desde la soledad de la noche lo devuelven a la realidad. El desorden de la casa lo hace pensar de nuevo en los conejitos. París. La señorita. ¿Habrá llegado a destino la carta? ¿Se habrá enojado por los conejitos? A lo mejor ella también vomita los suyos. A lo mejor ella también piensa en él.
Se seca la lagrima que no pudo contener y sigue... lee, escribe, piensa, ama.
Piensa que no es su culpa. Él no eligió tener el alma repleta de conejitos... él no eligió no tener palabras... él no eligió quererla tanto.
Espera, porque la vida le enseñó a esperar, porque aunque aveces se canse, sabe esperar.
La espera, Porque no sabe hablar, no sabe soñar, no sabe como frenar a los conejitos, ni sabe como mandar cartas a París. Sabe esperar.
La noche se puso fría. La calle quedo en silencio. Cortázar se cansó de sus intentos fallidos de sacarla de su cabeza. Cierra su libro y siente como un escalofrío se hace dueño de su cuerpo. Mira el teléfono, apaga el velador que no existe y siente que una vez más, el día se muere con el fracaso a cuestas. Una vez más se va a dormir vomitando un conejito.

miércoles, 4 de junio de 2014

Ahora que te vas

Ahora que te vas me quedo con una servilleta escrita y una foto carnet.
Me quedo con un cuadro sin colgar, y un foquito de luz que quiere ser velador.
Nuestros colores colgando en mi pecho, las cabalas y todos los gritos de gol.
Me quedo con las tardes y las noches que pasaron, y las que nunca van a ser.
Con la notita pegada en tu heladera, un café batido a la mañana, y el flan de postre todas las noches.
Me quedo con el brillo de esa mirada, el cigarrillo armado sin terminar, y la sala de cine casi vacía.
Me quedo con El Salón Blanco, la pizza de algún lugar cerquita de la terminal y el eclipse que nunca vimos.
Me quedo con tu olor, tu mano entre mi pelo, y el cepillo de dientes que nunca me llevé.
Me quedo con el pecho anudado, la sonrisa quebrada, y la ilusión estúpida de volverte a ver.